Entre tanta mediocridad musical (hay conocidas cadenas que tienen varios canales dedicados a la misma fórmula ‘melódica’ y las que se salen un poco de la norma parecen tener solamente un DVD de vídeos añejos que se repiten al cabo de muy poco tiempo), es muy bueno ver el oficio, las ganas y la pasión al servicio de las raíces de la mayor parte de la música actual.
Steve van Zandt/Little Steven -conocido como colaborador de Bruce Springsteen, aunque con una fructífera carrera que incluye música, televisión y cine, activismo y mil y una cosas más- volvía a Barcelona, tras su paso por el Festival Cruïlla, el pasado verano, para desplegar al 100% y sin restricciones de tiempo todo el repertorio que ha estado tocando en 2017 con los miembros de su antigua banda, The Disciples of Soul.
Con la sala barcelonesa Razzmatazz llena a rebosar, Steven y compañía empezaron a desgranar un repertorio de composiciones propias, versiones, homenajes y dedicatorias con el objetivo principal de “haceros olvidar todo lo malo que está pasando en el mundo, hoy en día. Hace treinta años, cuando empecé mi carrera en solitario, giraba para explicarle las cosas que pasaban en mi país y en el resto del mundo al público. Pero en la actualidad, ya se sabe todo lo que pasa en cualquier sitio, por lo que prefiero que os olvidéis de todo un rato, que nos juntemos todos en nuestro amor por la música y todo aquello que nos una, y que salgamos de aquí con más energía de la que entramos, si cabe”.
Con 14 músicos acompañándole sobre el escenario -sección de 5 vientos, 3 coristas, teclista, pianista, bajista, guitarrista, batería y percusionista-, el recorrido por todas las etapas del rock, el blues, el soul, el reggae/dub y el funk miró a Tom Petty, James Brown, Etta James, Jimmy Barnes, al propio Little Steven en su afán por actualizar y dotar de nueva vida a sus propias composiciones, e incluso a los Ramones con cortes como (en el orden de artistas expuestos) “Even The Losers”, “Down and Out in New York City”, “The Blues is My Business”, “I Saw The light”/Salvation”/”Solidarity”/”I Am A Patriot” o “Merry Christmas (I Don’t Want to Fight Tonight)”.
Tales giros expresivos requerían de una banda a la altura, y huelga decir que esta cumplió muy por encima de lo esperado. Cierto es que el de Barcelona era el penúltimo bolo de una gira que de manera continuada ha estado activa desde finales de mayo y todos los aspectos de un repertorio tan variado estaban más que trabajados, pero la conjunción de todas las secciones de músicos fue total, con esa habilidad casi telepática de saber cuándo un tema gira o cambia de tercio que provocó que en las 2 horas y 40 minutos no se apreciase ningún tipo de error de ejecución ni fisura sónica.
Activos y conectados con el público en todo momento, los 15 músicos lograron que tal espacio de tiempo llegase a hacerse corto. Si hubo un momento en que pareció que la música perdió algo de dirección fue en el binomio “Solidarity”/”Leonard Peltier”, en el que Steven y su guitarrista, Marc Ribler, trataron de alargar los temas a lo dub, con un resultado algo difuso, pero esa es la gracia de los bolos de van Zandt: si se mete en un estilo musical, lo hace hasta el fondo. Y al público no le importó, y eso es lo que cuenta.
Hace 20 años, en el documental de U2 “Un Año de Pop”, Bono comentaba que esa época se empezaba a vivir una especia de karaoke generalizado, ya que mucha música no era buena de por sí, sino porque recordaba a algo que había sido bueno. Hoy, con los irlandeses inmersos en su enésimo regodeo con un rock de corte clásico, un concierto como el de Little Steven and the Disciples of Soul tiene todo el sentido del mundo, al recordar con pelos y señales de dónde viene la música más auténtica y cómo recordando de dónde se viene, se sabe a dónde se va.
Little Steven no forma parte de un karaoke, no es un revival, no es un remedo. Sin imposiciones y sin poses, a veces parece que de él salgan muchas de las cosas que se han acabado escuchando en la música popular.
Abel Cruz/ Jordi Villaescusa